viernes, 28 de noviembre de 2014

Podemos, España y la cuestión nacional. La Cámpora, Argentina y la cuestión generacional.


¿Qué es y cómo nace Podemos?
Podemos es un nuevo partido español, liderado por Pablo Iglesias, que debutó en las elecciones a eurodiputados de 2014 y se llevó cinco, desplazando a Izquierda Unida como tercer partido, y que tiene el objetivo claro de acabar con el bipartidismo español. Su exitoso debut electoral y la proyección que le dan las encuestas para las generales de 2015 ameritan no solo reflexionar sobre el fenómeno, sino también ver qué puede ser útil para las juventudes políticas argentinas.
El surgimiento de Podemos sólo es explicable desde la coyuntura de crisis económica y política española, muy semejante a la crisis argentina de 2001. Deuda y recetas económicas impuestas; ajuste y 24% de desempleo (50% en las franjas juveniles); fuga de cerebros y algo muy particular: desalojos masivos.
En el plano político, un bipartidismo bobo donde se han desdibujado las diferencias programáticas del Partido Popular (PP, la derecha) y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) nos remite fuertemente al Pacto de Olivos y a un Cavallo ministro tanto del Partido Justicialista como de la UCR. El renunciamiento a sus valores de parte del PSOE, por cobardía ante Alemania, lo llevó a adoptar posturas comunes con el PP frente a la Unión Europea (reforma del artículo 135 de la Constitución para prohibir el déficit fiscal), impulsar la flexibilidad laboral y el ajuste que mereció tanto al gobierno de Zapatero (PSOE) como al de Rajoy (PP) sendas huelgas generales.
El fenómeno social que surge a partir de este empobrecimieto general y orfandad política es el 15M, los indignados que ocupan la Puerta del Sol en Madrid en mayo de 2011. Una suerte de que se vayan todos, que evidencia un vacío político, pero que no logra expresarse en un movimiento propositivo. Sí brinda un sujeto social, las "mareas", los movimientos sociales. Faltaba la herramienta política.
Aparece un grupo de profesores de ciencias sociales, un desprendimiento de la izquierda clásica (IU) que se anima a hacer política, a crear, a desacralizar tradiciones, a romper ortodoxias. Tienen un líder y una estrategia.
Pablo Iglesias, un profesor de ciencia política convencido de que a las masas se llega por los medios de comunicación, funda con su grupo el programa La Tuerka. Allí plantea una serie de ejes discursivos, categorías conceptuales, un discurso, un relato de la crisis, sus causas, sus generadores. Define sus adversarios. Emite un mensaje, elabora una línea política.
"Quien le pone los nombres a las cosas suele ser la antesala de quien construye el poder político".
Se anima a diluir el eje izquierda-derecha, que es funcional a los poderosos que mantienen una izquierda minoritaria y testimonial, obsoleto luego de la traición programática del PSOE que lo indiferencia del PP. Plantea en cambio el eje democracia-oligarquía, donde el 95% de la gente enfrenta a la Casta o clase política, que tan sólo gerencia, ya que es realmente el sistema financiero quien gobierna. No obedece a sus votantes, sino a Alemania que impone los intereses financieros, y de esta manera tanto la democracia como la soberanía son secuestradas. Lo evidencia la denominada política de puertas giratorias, donde todos los ex altos funcionarios terminan en consejos de administración de las grandes empresas, cobrando grandes sueldos por sus servicios de asesoría e influencias.
Su heterodoxia conceptual y discursiva permite a Iglesias re apropiarse de la cuestión nacional, estableciendo el eje periferia-centro al corazón de la Unión Europea. Los PIGS vs Alemania. Convoca a los demócratas y a los patriotas, ya que rechaza esa España para pocos creada por el franquismo (católica, machista, antiobrera y anti minorías sexuales o nacionales vascas y catalanas). Ese discurso le permite interpelar incluso a las fuerzas de seguridad, "que se mueren de ganas de ponerle las esposas a un banquero". O a las fuerzas armadas, ya que Iglesias no quiere bases de la OTAN en España.
La disolución del eje izquierda-derecha también apunta a un discurso de vocación mayoritaria, que plebeyiza y apunta a la gente. Por eso dice que la unidad de la izquierda (la "sopa de letras" que fundiría a todas las agrupaciones) no sólo no sirve, sino que es lo que espera la derecha, ya que los condena a un techo de 20% y expresa la ausencia de vocación de mayorías. Y en política el primer deber es ganar.


Así llegamos a los "santos" de Iglesias, que los nombra cada vez que puede: Gamsci y Maquiavelo.
De Gramsci Pablo Iglesias toma la crisis como momento oportuno para disputar el sentido común y crear una nueva hegemonía. Traducir el diagnóstico académico desde la jerga marxista al lenguaje callejero del sentido común, tal como hiciera Lenin con Paz y Pan en su momento. Este proceso de desenmascaramiento del adversario, de decodificación de su discurso, de reemplazo de términos sirve para aislar al enemigo. Su planteo es: "Somos 95% de gente común contra el 5% de los dueños del país, no pedimos revolución, pedimos democracia". 
Y ahí entra Maquiavelo. La cuestión del poder. La vocación de ganar, de ser mayorías. La aceptación de las contradicciones, de las impurezas de hacer política. Y eso define la táctica: ir por adentro. A la impugnación de la izquierda desde la izquierda (Pablo Iglesias tiene linaje desde sus abuelo republicano fusilado, pasando por su madre abogada laboralista y desembocando hasta en su nombre, que emula al del fundador del PSOE), le sigue la decisión de jugar en la escena mediática. Para ello el "príncipe" Pablo crea su "partido" gramsciano: el programa La Tuerka. A la selección de ejes políticos, "la editorial" que es la línea política, se agregan invitados de la oposición política e ideológica que le permiten ir entrenando en el debate, como polemista en las "tertulias" televisivas. Esa reivindicación del debate, de la polémica  leninista, se combina con los medios materiales de una tecnología que permite su difusión desde lo minoritario: las redes sociales (youtube, facebook, twitter). El paso siguiente es ir a territorio enemigo, aceptar las invitaciones de los programas masivos de aire. Desde allí construye un liderazgo mediático, desplegando su carisma. ¿En qué se basa su carisma? En su know how, en el aura de experto que le da ser profesor de ciencia política, de técnico, una suerte de rey filosofo platónico. Su gran capacidad didáctica, entrenada en las aulas pero también en el set de La Tuerka, donde jamás se enoja, ni eleva la voz, ni interrumpe al oponente, logra modos suaves de buen pibe que muchas veces le permite incluso victimizarse ante los ataques de una derecha que por cierto no es suave. Su inteligencia ante acusaciones de chavista, pro ETA, populista y demás, le permite desmarcarse escapando de las ideologizaciones con lo concreto. Contestando "Podemos condena la violencia de ETA" o "a la derecha cuanto peor le va a los españoles con el empleo más le gusta hablar de lugares lejanos como Venezuela". Bicho.
A ese know how y esa didáctica, agrega una facha de tipo común, joven de pelo largo y anteojos de sol, siempre con una camisa a cuadros o chomba y jean, que anda en moto. Podría ser un delivery, transmite calle.


Es cierto que Podemos tuvo influencias desde América Latina y eso se ve en su programa de gobierno. De Venezuela toman su fuerte democratización, con herramientas como la revocatoria de mandato. De Ecuador la auditoria de la deuda externa. De Bolivia su concepto de Estado Plurinacional para intentar resolver las autonomías de vascos y catalanes desde allí. Es comprensible que no nombren a Argentina, que implica el siempre complejo y nunca entendido peronismo. Aunque tal vez la renta básica universal se inspire en la Asignación Universal por Hijo. Sí retoman a Laclau, desde el populismo como movimiento plebeyo que aúna mediante significantes vacíos, multitudes, desplegando un proceso de agregación de identidades.
Sin embargo, no son anti europeos. No cuestionan a la Unión Europea sino a "cierta institucionalidad de la Unión Europea". Una supra nacionalidad al servicio de las finanzas que roba la democracia y soberanía a los ciudadanos.

Qué le sirve y qué no le sirve a las juventudes políticas argentinas del fenómeno Podemos
Ya hemos enumerado suficiente las virtudes de la experiencia de construcción político-mediático-electoral de Podemos, en especial de su líder Pablo Iglesias. Veamos ahora sus limitaciones. 



Una de ellas es su débil inserción territorial. Si bien en un período de menos de un año pasaron de existir en ningún pueblo, a hacerlo en 400 y luego en 1000 con sus círculos, tienen en frente dos estructuras partidarias sólidas y que gestionan al nivel de alcaldías, regiones autonómicas y grandes bloques parlamentarios. Tanto el PP como el PSOE andarán de capa caída pero no van a desaparecer de la noche a la mañana. El segundo de Iglesias, Errejón, lo sabe y así lo dice en una entrevista con la Panamá Revista:
"Eso no significa que el bipartidismo del ‘78 esté roto, está seriamente tocado y hay condiciones para que en el plazo corto -porque ahora se abre un ciclo político electoral muy acelerado- pueda pasar a la historia, que sea de forma definitiva es bastante difícil porque es un bipartidismo que todavía tiene sus fuentes de poder prácticamente intactas".
Si llegara a aparecer un liderazgo joven y renovador en el PSOE, que pasara a retiro a viejas guardias dirigenciales, ello podría significar un durísimo desafío a Podemos. Sería deseable por el contrario lograr "robarle" parte de la juventud, o aún de la estructura partidaria al PSOE y no solo dirigentes aislados. Desde ya demostrar una experiencia de gestión exitosa es condición necesaria para consolidarse. Habrá que poner en práctica ese atractivo combo de jóvenes profesionales, expertos técnicos y la vocación democrática de consultar a las asociaciones de la sociedad civil (sindicatos, consumidores, ambientalistas) que aporten el conocimiento sectorial a la hora de elaborar leyes.
Por otro lado,  la tentación de confiar más en una política de liderazgo mediático que en la construcción de una sólida estructura territorial puede implicar el riesgo de la ingobernabilidad si se llegara al poder, o de construir un ídolo con los pies de barro. Casos como el del Chacho Álvarez y el Frepaso en Argentina lo atestiguan.
Por ello no es trasladable mecánicamente una experiencia así. Argentina salió del 2001 con un liderazgo renovador dentro de uno de sus dos partidos tradicionales, que condujo a una renovación dirigencial y atrajo una masiva camada de dirigentes sociales, de derechos humanos y de género pero principalmente juvenil que lo proyecta en el futuro.
La tendencia juvenil impugnadora del 2001, encarnada en el autonomismo, siguió dos caminos. Una fue parte fundante de La Cámpora (el grupo Wado-Recalde) y tuvo una evolución desde esas prácticas discursivas disruptivas similares a las de Iglesias hacia un formato nac&pop duro. La otra vertiente es la encarnada por la izquierda independiente, cuyo mayor símbolo es La Mella (hoy Marea Popular). Fuertemente latinoamericanista y enraizada en los movimientos sociales, jamás entendió al peronismo, ni al sindicalismo argentino. Condiciones necesarias para realizar una política de mayorías. 
Los críticos argentinos de Iglesias, en general tuiteros cínicos, profesionales de las ciencias sociales ex militantes a los que les encantaría ser él, se ríen de la sobrevaloración mediática del fenómeno, conscientes de la improbabilidad de que efectivamente Podemos entierre al sistema bipartidario español. Apuestan a un desinflamiento en el tiempo que lo coloque como tercer partido del sistema, como lo fueron el PI en los 80, el FREPASO en los 90 y el ARI en los 2000 en Argentina. Destino poco glorioso, digamos.
Sin embargo, hay otro modo de evaluar la experiencia de Iglesias, que estimamos más enriquecedora para la realidad argentina. Tiene que ver con la dimensión conceptual-discursiva y la performance mediática del mismo. Cuando Iglesias habla de la Casta puede recordarse a Yrigoyen impugnando al Régimen. Cuando se introducen términos y conceptos nuevos en el sentido común para entablar la disputa política, e incluso el adversario se ve obligado a hablar en esos términos, puede vislumbrarse el accionar de FORJA. Cuando se utiliza la herramienta de la polémica para disputar sentido y crear estados de opinión se lo puede ver a Jauretche. Y eso es exactamente lo que la juventud kirchnerista no está haciendo. Todo el peso recae en Cristina. No hay iniciativa generacional y mucho menos polemistas dentro de la dirigencia juvenil. A las pecheras me remito. El debate televisivo genera pánico y no se adivina a un joven Aníbal o a un mesurado Feletti. Es un déficit gigante de los cuadros dirigentes, que se han quedado en las formas, a lo Télam, y en el despliegue viral de contenidos. Se adivina una intención (o un pasado) cuando se hacen vídeoclips políticos con música de rock nacional (incluso consignas) y se ve una animación del General Perón, imitando su voz en código juvenil. Pero no reemplaza lo anterior y deja gusto a poco. Y es en ese sentido que la experiencia de Pablo Iglesias es útil. 

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