Nos
tomamos unos días para pensar este post, porque es un tema sensible. Invita a
la fácil, la de indignarse por la represión, decir que son todos unos hijos de
puta (la Metropolitana, Gendarmería, Macri, Berni ¿Cristina?)…y olvidarse.
Y
porque queríamos hablar con los compañeros. Que nos cuenten cómo la vieron. Y
lo publicamos hoy que hay paro, porque ya hablamos del paro y porque nos gusta
ir a contramano de la vorágine de la agenda mediática, aunque no garpe.
El
sábado por orden de una jueza la Policía Metropolitana, con asistencia de la Gendarmería,
reprimió y desalojó a los vecinos de la Toma Papa Francisco en Lugano. 700 familias
fueron desplazadas y sus ranchos destruidos por las topadoras, al mejor estilo
Cacciatore ´78. Por el gobierno de la Ciudad puso la carita la vicejefa de
Gobierno Maria Eugenia Vidal. Por el gobierno nacional el secretario de Seguridad
Sergio Berni.
El
tema es complejo por varias aristas. La represión toca la fibra de cualquier
militante que la sufrió y despierta una postura antiyuta y antirepresiva enseguida.
Hay que condenarla. Pero importa dejar en claro quién fue que reprimió, saber
bien cómo vino la mano. Y además animarse a pensar otras cosas: ¿Estaba bien
esa toma? ¿Por qué nació? ¿El gobierno nacional tuvo un giro en su política de
no- represión? ¿Cómo juegan los cálculos e intereses electorales de 2015? ¿Y
los negocios inmobiliarios en la Ciudad? ¿Está bien la política de estado del
Gobierno Nacional hacia la Ciudad de Buenos Aires en el tema tan sensible de la
vivienda?
La toma
El Parque Indoamericano es un
gigantesco “espacio verde” en el barrio de Lugano, entre Av. Cruz, Lacarra, los
piletones hacia Soldati y casi llegando a la autopista “lugano arriba”. Para
otros es un descampado, donde se arrojan residuos y escombros. Lo cierto es que
está emplazado entre la Villa 20, que está del otro lado de Lacarra; Barrio Los
Piletones-Villa Fátima hacia Soldati; y no
muy lejos (15 cuadras) está la cancha de San Lorenzo y la Villa 1.11.14 o “Bajo
Flores”. A su alrededor hay varios monoblocks, los más conocidos Lugano 1 y 2 y
el Barrió Samoré, de “vecinos” muchas veces furiosamente antivilleros
(¿obreros? ¿Clase media baja? ¿Blancos?).
En
diciembre 2010, luego de la muerte de Néstor, hubo una toma grande y una represión poco clara de la Federal, con muertos
incluso. Este hecho significó un apriete de la cana como corporación a Cristina
(parecido a lo que le sucedió a Correa en Ecuador en su momento) y precipitó que
se le quite el manejo de las fuerzas de seguridad a Aníbal y la creación del
Ministerio de Seguridad a cargo de Nilda Garré.
Esa
toma se desactivó luego de un intenso laburo del Ministerio de Desarrollo de la
Nación, articulando con Desarrollo de Ciudad, y donde se terminó prometiendo
que por cada peso que pusiera la Ciudad pondría uno la Nación. Nadie puso un
peso. Las causas siguen estando. No hay terreno para construir. Los alquileres
salen muy caros porque hay mucha demanda, mucho movimiento, “mucho trabajo” y
los vivos especulan. No hay una política de vivienda de la Ciudad. Tampoco de
Nación.
Algunos
creen que el primer error fue dejar crecer esa toma. Que se agrande, que se
ponga sólida.
¿Cómo no va a haber
toma?
Hay toma porque no hay vivienda. No
hay vivienda porque no hay terrenos y porque no hay créditos hipotecarios
(tasas bajitas, muchos años, para el laburante). Pero al mismo tiempo no para
de crecer la demanda. Hay un gobierno en la Ciudad que debe por mandato
constitucional tener una política de estado frente a esta demanda ciudadana. En esta nota, Juan Cabandié da números:
“En 2001
había 107.805 personas habitando en villas y asentamientos, hoy son entre 250 y
300 mil las personas que habitan de manera precaria y el déficit habitacional
total en la Reina del Plata afecta a unos 500.000 habitantes.
También
deberían cumplirse las leyes de urbanización de villas, recuperando –de mínima–
el nivel de inversión previo a la actual gestión. Esto significa que si en 2013
se hubiese invertido un 4 por ciento en vez de un 2 por ciento, el presupuesto
en este rubro hubiese sido 1000 millones de pesos mayor, lo que equivaldría a
la construcción de 3800 casas que podrían alojar a más de 19.000 personas (…)
Sólo con el dinero subejecutado –es decir, no utilizado– entre 2008 y 2013 se
podrían haber construido más de 6100 viviendas, satisfaciendo la necesidad
habitacional de 30.000 porteños.”
Si
bien Juan Cabandié es un hombre del “partido de gobierno” como dirían los
radicales, los números son los números.
Ahora
bien, la toma es una herramienta clásica de los sectores populares. Muchos
barrios de inmigrantes arrancaron así. No todo fue urbanismo en el pasado y los
orígenes de las cosas suelen ser barrosos, aunque después se emprolijen con el
tiempo. En los setenta los milicos volaron muchas villas de la capital federal.
El caso paradigmático fue la 31 en Retiro, que pasó de 60 mil habitantes a 12 mil en el 1983. Mucha de esa
gente se fue a provincia. Los milicos solucionaban todo con monoblocks, Fuerte
Apache nace en esa época. En los ochenta hubo grandes tomas de tierra, en Lomas
de Zamora, Lanús y La Matanza por ejemplo. Pero una toma es distinta que una
villa. Porque en la primera se trazan calles, se reparten lotes desde un
principio, se jode con los servicios. Apunta a ser un barrio desde sus orígenes.
La villa crece como puede, desordenada, con pasillos. Es más quilombo, menos
planificada y por eso también cuesta que lleguen los servicios (ver “De la Ruta
al Barrio” de Maristella Svampa). Muchas de esas tomas de los ochenta derivaron en un movimiento, que luego se llenó de desocupados y se le dijo
piquetero, la Federación Tierra y Vivienda de Luis D´elía (FTV).
Pero
también es verdad que hay mucho “vivo” en las tomas. Porque la toma es como el
saqueo. Ambos se basan en una necesidad primaria (el hambre, el techo) pero
siempre un grupo organizado “tira la primera piedra” y luego la gente se prende
espontáneamente y la masividad lo torna popular y anónimo.
Esta
toma era un imposible desde el principio. Porque no se iba a dejar crecer una
villa en el Indoamericano. No se dejó en 2010, no se iba a dejar ahora. Pero
además porque esas tierras están contaminadas. Había un depósito judicial de
autos secuestrados ahí. Aceites, naftas, mercurio de baterías, durante años,
contaminando la tierra. Tan es así que cuando la Fundación Madres de Plaza de
Mayo con su proyecto de viviendas “Sueños Compartidos” quiso construir ahí para
urbanizar la Villa 20, un juez le dijo que no, que primero había que remover no
solo los vehículos sino por lo menos tres metros de profundidad de tierra
contaminada y reemplazarla por nueva. Nada menos.
La Represión
Muchos compañeros nos decían
asombrados que les impresionó lo “cebados” que estaban los canas de la Metropolitana.
A Horacio Pietragalla (hijo de desaparecidos y nieto recuperado, diputado
nacional por el FPV que milita en Lugano) le dieron hasta tirarlo y le
siguieron dando en el piso. Encima después lo toreaban “cómo cobraste eh”, y
eso que Horacio es grandote.
Reprimió
la Policía Metropolitana por orden de una jueza, en forma constitucional,
legal, por derecha”. Y la Gendarmería estuvo de contención, haciéndole la
segunda a la Metropolitana, pero no participó en la represión. Mal
que les pese a la izquierda y a los liberales, que por las bravuconadas de
Berni ya querían endilgarle la represión al gobierno nacional y jugarle las
contradicciones, chicanearlo con que había abandonado sus banderas. Por ejemplo
Tennembaun, que lo ubicó Maria Rachid (legisladora porteña del Mov. Evita)
cuando por twitter le dijo “yo estuve desde las 9 de la mañana, hasta las 23
del sábado y a la Gendarmería no la vi reprimiendo”.
Es
muy, muy destacable que los representantes de la militancia hayan puesto el
cuerpo. Hubo muchos legisladores porteños como Paula Penacca, Pablo Ferreyra, Maria Rachid, José Cruz Campagnoli de Nuevo Encuentro; el diputado nacional
Horacio Pietragalla; comuneros como Facundo Roma y referentes del barrio como
Alejandro “el pitu” Salvatierra que dieron el presente. Incluso
el Cuervo Larroque, que tiene su básica de siempre en la Villa 20.
Que
bancaron a la gente, aún no estando del todo de acuerdo con la toma.
“El
sábado fue ir a aguantar y ver que estos no maten a nadie. El domingo
acompañar a la gente a los paradores de la Ciudad, que zafan. Ver que se
reparta la comida. Gestionar los documentos para los subsidios.”
Los
subsidios son de 1.800 pesos por mes y un pago extra único de 3 mil, cuando los
alquileres en la Villa 20 están entre dos y dos mil quinientos pesos.
B.E.R.N.I.
Lo que generó mucho ruido fue ver y
escuchar al secretario de Seguridad bancando el desalojo, a pesar de decir que
fue improvisado y mal hecho. Aunque no “prestó” la Gendarmería, e incluso parece fue una decisión directa de la Ministra, si es verdad que
puso la cara y declaró fuerte. La militancia dice que le venía pidiendo hace
rato que pusiera más seguridad en la zona, que “estaba picante”. Da la
sensación que se hizo zona liberada para que haya delito y tener la excusa para
el desalojo. Y mataron a la piba. Y hubo desalojo.
No
vamos a hablar de Berni, habiendo algo tan groso escrito. Lo que sí vamos a decir es que parece que más allá de su
eficacia o no, la sobreactuación de Berni parece más exacerbada que nunca de
cara a una posible candidatura en 2015. Es parte del juego. A
nosotros no nos asusta Berni. De hecho, nos gusta. El peronismo (el
kirchnerismo) tiene derecho a tener un tipo que intente una política de
seguridad distinta a la del eje Nilda-Verbistky-Arslanian-Saín (que nos gusta
más, es estructural y más seria. Pero no anduvo). Y los emparentamientos con
Aldo Rico o Ruckauf no pasan de chicanas baratas. Porque a Berni lo conduce
alguien bien distinto, que es Cristina. Pero bueno, esto desata internas en el movimiento y dispara debates. Que hay que dar, porque
sino la militancia no crece. Te corren por izquierda. Te quedás en la chiquita,
en la coyuntural.
¿Tenía
que quedarse la gente en esos terrenos intoxicados? No. Todos sabemos que
apuntamos a una solución de fondo, posta, las casitas. Pero ¿mientras tanto? “Esto va camino a ser
Villa Cartón 2” nos dice un compañero, en alusión a la villa que se quemó en
tiempos de Telerman y que fue el origen del Parador de Parque Avellaneda.
Y
acá hay que hacer una autocrítica, que es la experiencia de viviendas de las
Madres. Que fue hermoso hasta que Shocklender las cagó y se choreó todo. Pero
esa frustración está muy presente en la memoria viva del barrio. Y hay que
hacerse cargo. Porque el gobierno nacional, frente a un distrito opositor
opulento como lo es la Ciudad, tomó la sensata decisión de dejar que fuera
Macri el que tuviera que poner dinero de su presupuesto para hacer viviendas y
priorizar las provincias. Pero eso no pasó y el gobierno nacional bajó
viviendas desde Madres, y eso no salió. Entonces la promesa que levantó la toma
del Indoamericano en 2010, “por cada peso que la Ciudad ponga, pondrá otro la
Nación” quedó en la nada.
La
solución de fondo es regular los alquileres, para que no se zarpen con la
especulación y hacer algo con las viviendas desocupadas en la Ciudad. También
exigirle a Macri que ponga a disposición terrenos. Y al gobierno nacional que
destine una cuota decente del Plan Federal de Viviendas a la Ciudad.
Y
discutir estas cosas. Hacerse preguntas. ¿Está bien siempre que venga
cualquiera y pinte una toma? ¿Todas las tomas son iguales? ¿Todo operativo que haga uso de la fuerza está reprimiendo? La definición básica de Estado es una organización que ejerce el
legítimo monopolio de la fuerza en un territorio y sobre una población
determinada. ¿Es lo mismo la represión de una dictadura que la de un gobierno
electo que puede perder la siguiente elección?
A
mí me gusta la represión “a lo Néstor”. Como cuando sacó a upa al gordo De
Angelis de la ruta en 2008. Creo en eso, que la cana tiene que cobrar. Tiene
que ir desarmada, solo con gas pimienta y bastones, y si cobran que cobren.
Prefiero ciudadanos canas que ciudadanos civiles en el hospital. Prefiero
desarmar el piquete y aparte ganar la pulseada políticamente porque tengo canas
heridos. Pero hay veces que el Estado debe accionar. Y estos debates se tienen
que dar. Porque si no viene cualquier jipi y te corre por izquierda.
Y
Juan Domingo Perón no era trabajador social, ni boy scout. Era un Hombre de
Estado. Que hacía casas.