El libro de Martín Rodríguez, más conocido como Pato o
@tintalimon, es un enorme favor a su generación. Es la mirada de un tipo que en
su momento renunció a ser un dirigente y se abocó al periodismo político y al
ensayo sociológico, intentando correr los márgenes de interpretación de su
generación en el análisis de la realidad histórica de su país
(¿poskirchnerismo?). Va tan al hueso que hasta algún despistado podría llegar a
interpretar algunos pasajes como antikirchnerismo, si no conociera el recorrido
del autor. Pato no deja un ventilador en el que no meta los dedos y se mete con
temas tabú, desacraliza, interpela dogmas pelotudos.
En este libro fundamental se puede encontrar una sociología
de la clase media que se distancia de Adamosky; una problematización de la
representación política con Hobbes en la mano; un repaso de los líderes
democráticos y sus principales batallas, idearios y proyectos. Temas como la crisis del 2001, el imaginario Malvinas, la
aristocratización del movimiento de derechos humanos, la última dictadura en
clave de tercera guerra mundial (Verbitsky) y el concepto guerra sucia como
autocrítica a los militantes armados en línea con el documento de Rodolfo Walsh
a la Conducción Montonera y metaforizado en la película Infancia Clandestina. La cuestión del traslado de la Capital y el federalismo
argentino en clave de complejo porteño, el reconocimiento a Menem como
consolidador de la democracia, la crítica del progresismo como ala amante de lo
público que niega ciudadanía al ala mercadocéntrica de esa misma clase media.
La relación entre el Estado, el Peronismo y la clase media. Duhalde como un
estadista que evitó la desintegración nacional y permitió un salto al futuro, a
su pesar. También se toca novedosamente la problematización de la violencia naturalizada en
la sociedad civil de los setenta. Se hace la pregunta de por qué una sociedad legitima
con el voto un proyecto de exclusión social como el de los noventa. Y la contesta.
Martín hace foco en Clarín como el articulador del sentido común de la clase
media, un partido en clave gramsciana, “el PJ de la clase media” que le marca
la cancha al Estado en ese tránsito desde el desarrollismo hacia el
neoliberalismo que hizo Clarin, amparado en el prestigio de su oposición a Menem (que no al
menemismo).
Pero de todas las cosas que plantea Pato, nosotros queremos
hablar de esto: los procesos de nacionalización de las clases medias. Porque él
haciendo uso (¿abuso?) del concepto “progresismo” engloba un ala de clase media
que puede ir desde la izquierda dura, pasando por la izquierda blanda hasta el
peronista de izquierda que, con un librito de Jauretche bajo el brazo, reniega
de sus orígenes de clase culposamente y acusa a sus iguales desde un plano
ideológico algo inquisidor.
Yo me pregunto: ¿Es lo mismo “el trosco” que “el progre”, el
peronista “de izquierda” o el peronista “a secas”? Porque hay dos cosmovisiones
en juego, una es el clasismo y otra el pensamiento nacional. Y el peronismo al
ser en sus orígenes (en su doctrina) un movimiento policlasista de liberación
nacional, absuelve las culpas de clase de la clase media. Uno incluso puede ser
empresario Pyme, millonario industrial mercadointernista y ser un buen
peronista, sin culpa de clase. Eso es un lenguaje extraño a esa cosmovisión, al
igual que “izquierdas” y “derechas”.
Pato propone que al abandonar la clase media al kirchnerismo
(fenómeno que inicia en 2007 con la pérdida electoral de los centros urbanos y
se cristaliza en 2008 con el conflicto con el campo y los cacerolazos), la forma que encuentra Néstor de disputarla es “desatar una pelea en su interior”. Algo así como
678istas contra clarinistas.
Dice Pato: "Mientras Kirchner ensayaba formas de fuga de ese
centro apostólico y romano llamado PJ, en ese instante, sus primeros adherentes
por izquierda se hacían más peronistas al calor de un liderazgo que renegaba
del peronismo. Había una desobediencia ahí?”. En su libro “El peronismo: Kirchner y la conquista del
Reino” (Ed. Sudamericana, colección Coppal 2008), Daniel Arzadun propone la siguiente
tesis: en su debilidad de origen electoral del 22% y para no terminar
fagocitado por el PJ, Néstor ensaya medidas de gobierno acordes al clima de
época (fin de la impunidad, calidad institucional) que le permiten márgenes de
autonomía amparado en su popularidad (encuestas y presupuesto) y la
transversalidad como mecanismo de disciplinamiento del PJ. Al cual luego
encabezó, derrota electoral de Duhalde mediante, para no sufrir lo que sufrió
Ibarra.
No hacer liturgia no es no hacer peronismo.
Martín cita el discurso de Cristina en el Luna Park 2010, en el que “alecciona a la clase media” enseñándole sus verdaderos intereses (“no saben que, cuando se alejan de los morochos, les va mal”), apelando a la unidad de los trabajadores y la clase media en el proyecto mercadointenista para supervivencia de ésta. Que luego retorna incesantemente a su pulsión por sacarse al estado (Afip) de encima, mientras reclama más estado (escuelas y hospitales). Pero cuando plantea la alianza del peronismo con las clases
medias, donde estas “se tragan el sapo” de los Moyano y los Ishi en pos de la
gobernabilidad, es ahí donde hay que dar la disputa de sentido. Ningún sapo.
Así piensa Sabbattella, que no piensa desde el pensamiento nacional. No hay que tenerle miedo a un paro.
Hay que predicar pensamiento nacional, que reverdeció a fines de los sesenta y principios de los setenta y
que volvió a reverdecer tibiamente en 2003 y con más fuerza desde 2008. Hay que poder discutir al progresismo porque: "Cuando un compañero me dice “No, hay que meter un candidato que asegure el proceso, tipo Zannini, Abal Medina o Rossi” me quiero morir. Así de fuerte. Porque el compañero no está haciendo política, está haciendo ideología. Y no entiende al peronismo. No se peronizó" (Contra el 678ismo)
La juventud kirchnerista de clase media debe discutir con el clasismo y con el progresismo. Con el neoliberalismo y con la antipolítica. (Pensamiento Nacional para fortalecer al Kirchnerismo).
Cuestionar los mitos bobos del kirchnerismo. Para eso sirve este libro imperdible.
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